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Otra cosa que llama la atención es que el centurión recurre a Jesús, un pagano a un judío. Distintos religiosamente, culturalmente, a nivel de estatus social… A pesar de todo lo busca y, lo más sorprendente, no solo se encuentran, sino que se entienden profundamente.
Y lo último, aunque habría mas detalles, es la frase que queda en el recuerdo de cada uno de nosotros: Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para “sanarme”. La salvación que no depende de la dignidad de nadie, La salvación que entra en nuestras casas con la Palabra y en la Palabra. Salvación nunca merecida, pero sí regalada por Jesús que la abre a la Creación entera, a la toda la Casa común: “Vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos”